Después
de mucha pensadera, poca charla con otras personas, diálogo
interno interminable y agotador, algunos helados y comida chatarra, un día me
vi en el espejo, no como uno se ve todos los días,
cuando se cepilla los dientes o cuando se peina, realmente me vi como si
hubiese salido de mi cuerpo y pudiera observarme a través de los ojos de otra
persona. Pensarán que estoy un poco demente pero fue una experiencia extraña,
como una revelación: por primera vez, en mucho tiempo, me
miraba y no pensaba en él, solo me veía yo.
Esa
que vi no se parecía a la que yo alguna vez soñé ser, estaba demacrada, con
ojeras, despeinada, sin ilusiones ni sueños, con 30 años a cuestas y
sintiéndome de 90, pero sobre todo estaba sola con mis miedos, dudas y la
vergüenza de no haberme inventado una vida en la que pudiera deleitarme con
pequeños placeres, como lo hace la gente que quiere vivir para disfrutar con
cada oportunidad que se le presente, en vez de vivir aferrada a una ilusión. Me
había dedicado a ser infeliz y lo peor, es
que fue una decisión tomada libremente, sin ningún tipo de coacción.
Sentí
pena por mí, quería entrar por el espejo y abrazarme, decirme palabras de
aliento, cuidarme; sé que parece loco, pero eso era lo que quería hacer; por primera vez en mucho tiempo, tenía la necesidad de cuidar de mí como si fuera
un bebé, con ternura y amor. Me miré durante mucho rato, como descubriéndome
nuevamente, observé mi rostro minuciosamente, fijándome en todos los detalles
que durante tanto tiempo dejé de ver y me di cuenta que,
a pesar de mi cabello despeinado y las ojeras,
no era más fea o más bonita que cualquier mujer que veía en la calle, que
sencillamente era una mujer normal, con los
mismo sueños y miedos que cualquier otra.
Fue
una experiencia liberadora; después de
escogerlo a él miles de veces, a costa de mi
propia tranquilidad, ese día yo fui mi primera elección. Lloré durante un largo
rato y no me pregunten el motivo de mi llanto, podría enumerar miles de razones
que todos considerarían válidas y aún así ninguna
sería totalmente cierta; tal vez eran
demasiadas emociones encontradas para una persona que se estaba reencontrando
consigo misma. De lo que sí estoy segura es que
estaba renaciendo, ese día comenzó una nueva etapa de mi vida, una en la que me
permití apreciarme y tratarme con la consideración que merezco por el simple
hecho de estar aquí en este momento.
No
sé cuál sea la experiencia de quienes me leen, para muchos, quizá todo esto sea novelesco y dramático; otros, tal
vez se sientan identificados con lo que viví y algunos,
seguramente me dirán que nada ocurre así como por arte de
magia y posiblemente, todos tienen
razón. Cada uno de nosotros vive como decide hacerlo, transitando por nuestros
duelos y miedos de la única manera que pensamos que podemos, pero siempre hay
otra alternativa y está en nuestras manos decidir si la tomamos o seguimos por
el mismo camino. Todos los días hay retos que afrontar, situaciones difíciles a
las que dar paso y momentos de alegría que nos dan un respiro para seguir
viviendo.
En
esta historia no hay moraleja ni enseñanza, cada quien tiene que vivir a su
propio ritmo y según sus propios deseos, cada uno decide qué tomar y qué
desechar de lo que aquí leyeron. Si lo que te cuento te ayuda, me alegra mucho
y si no, es porque seguramente lo que necesitas para inspirarte está en otro
lado, pero no te detengas, sigue buscando, que donde menos esperes lo vas a
encontrar.
Yo
un día encontré un libro que me dio luz, también muchos amigos que me
acompañaron en este proceso. Hoy, gracias a muchos eventos que parecían
aislados, sé que cuando no estoy con él soy feliz, que no lo necesito para ser
hermosa e inteligente, que hay personas que me quieren y me valoran tal como
soy y esas son las que merecen la pena tener a mi lado. Cuando no estoy con él
soy libre y eso es todo lo que necesito.
Excelente... m enknto, hay mucho para reflexionar cuña, ya en espera q vuelvas a escribir
ResponderEliminar