martes, 20 de octubre de 2015

Sí hay amor para los feos



“Los grandes cambios siempre vienen acompañados de una fuerte sacudida. No es el fin del mundo, es el inicio de uno nuevo.”

Hace un año comencé este blog con una idea clara y definida de lo que deseaba hacer con él, no estaba muy segura de tener la fórmula adecuada para llegar al público —todavía no estoy segura de tenerla—; aun así me aventuré con esa idea y hasta le puse un nombre, que en aquel momento me pareció el más adecuado para el mensaje que quería dar. Hoy no estoy muy convencida que ese nombre sea el indicado.

Entre lágrimas y risas, despedidas y bienvenidas, mi vida ha dado un giro que para muchos es imperceptible, pero en mi interior se sintió como un tsunami. Dejé atrás personas, lugares, costumbres; en algunos casos, con mucha tristeza, pero comprendiendo que a veces es necesario dar un paso adelante para evolucionar y estar en armonía con uno mismo.

En medio de ese proceso de cambios internos estuve pensando mucho en todo lo que he estado haciendo, incluido el blog —algo abandonado durante meses— y sentí como que el nombre no me hacía eco, ya que en él les venía hablando del amor propio y de sentirse bien con uno mismo. Por lo tanto, me di cuenta que el título definitivamente no transmitía eso y era tiempo de, así como se había producido una transformación en mí, cambiarlo.

Los cambios fueron grandes, en algunos momentos dolorosos, pero no por eso dejaron de ser positivos. Al principio pensé que todo estaba mal, nada parecía estar saliendo como debería salir y la frustración se apoderó de mí. Tuve miedo y pensé: estoy derrotada, aplastada… sentí caer en un precipicio sin final lleno de oscuridad. Finalmente cada cosa fue tomando su lugar y lo que ayer parecía una tragedia imposible de superar, hoy se ha convertido en el impulso que necesitaba para mejorar mi vida y la de las personas que amo.

hay amor para los feos es el nombre que decidí darle a este espacio que comparto con ustedes, porque no importa cómo nos veamos o nos sintamos, todos merecemos amor. El cambio es mínimo, pero con una connotación grandísima, afirmando positivamente lo que ya sabemos: que feos o bonitos, según el cristal con que se mire —o nos miren—, hay amor para todos, sin importar raza, edad o sexo.

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