martes, 16 de diciembre de 2014

¿Y el amor qué?



Tienes que amar a tu prójimo como a ti mismo”. Mateo 22: 39

No les voy a decir qué es el amor, ya tuve mucho con tratar de hacer una definición de belleza medianamente aceptable; al parecer, esos conceptos son lo suficientemente abstractos como para que cada quien tenga una idea diferente de lo que pueden significar. Lo que sí puedo intentar decir es: "qué no es EL AMOR". No tengo estudios de psicología, filosofía o alguna otra de esa familia que estudie la conducta humana; aún así, haré mi mejor intento.

Me gusta leer la biblia, es uno de esos libros que esconde grandes verdades interpretadas a medias.  El texto citado al inicio, te pone a pensar si realmente estás haciendo las cosas bien, o por lo menos, en mi caso, fue así. La primera vez que leí eso pensé: yo me amo muchísimo, jamás me pegaría, cortaría o haría cualquier cosa que atentara contra mi integridad física de alguna manera, nada más de pensar eso de hacerme daño a mí misma me da un no sé qué en el cuerpo.  Pues bien, nunca me he maltratado físicamente, pero he hecho algo peor, me he criticado, juzgado y señalado de la forma más cruel e inhumana posible.

En algunos momentos de mi vida, el amor que me he dado a mí misma se ha parecido más al castigo que a cualquier otro sentimiento altruista que haga crecer mi espíritu. Si muchos supieran esto —mi familia incluida—, agradecerían el hecho de que a ellos no los quise de esa forma. Y es que imagínense a alguien metido en sus cabezas repitiéndoles lo inútiles, inservibles, fracasados, brutos y poco atractivos que son durante todo el día —algunas veces todos los adjetivos al mismo tiempo—, sin tener en cuenta una sola de las virtudes que todos como seres humanos tenemos. Eso, queridos lectores, es agotador e inmensamente deprimente.

Aunque, para algunos, esto no es una constante en su vida; para otros, ha sido el pan nuestro de cada día durante mucho tiempo. Decimos amarnos a nosotros mismos incondicionalmente, pero lo hacemos desde el prejuicio y el rechazo por todo lo que destila nuestro mundo interno —reflejado en el externo—, criticando con crueldad y destructivamente todo cuanto damos y enfocándonos peligrosamente en cada situación negativa de la que somos partícipes, rechazando nuestra naturaleza y buscando desesperadamente la aprobación de otros para sentir que encajamos un poquito en el mundo.

Es en ese punto que debemos tener cuidado, esa búsqueda desesperada de aprobación, muchas veces nos lleva a situaciones extremas y es en estos casos que tomamos medidas drásticas que pueden afectar nuestra salud y estabilidad emocional, pues vamos por el mundo intentando encontrar una manera de disfrazar a costa de lo que sea todo nuestro dolor y angustia con lindos cuerpos, maquillaje y ropas de marca. Para unos, cambiar su apariencia física funciona y creen haber encontrado el elíxir de la felicidad, mientras que otros terminan envueltos en relaciones enfermizas —parejas, amigos, familiares, jefes y de cualquier otro tipo—, en las que la dependencia se hace tan fuerte que pensamos que vivir de otra forma no es posible. Eso no puede ser amor.

Las críticas destructivas se enfocan en lo negativo, magnificando “lo malo” de tal manera que no alcanzamos a ver ningún aspecto positivo en nosotros mismos; es así como olvidamos que todo tiene un lado positivo en el que debemos enfocarnos, quizá ese es uno de los primeros pasos para dejar de lado el rechazo por nosotros mismos. Puede parecer difícil encontrar cualidades en nosotros, pero que fácil se nos hace hablar de los atributos de los demás. Mimarnos y respetarnos es una tarea que requiere de un gran esfuerzo, pero por lo general sí estamos prestos a complacer a otros diciendo y haciendo cosas agradables para no hacer sentir mal a nadie. ¿Qué les parece si comenzamos a darnos a nosotros mismos las consideraciones y cumplidos que damos a otras personas?


Anímate a tratarte a ti mismo como lo que eres, la persona más valiosa del mundo, eso es amor propio. Pasas más tiempo contigo mismo que con cualquier otra persona, lo que está en tu mente alimenta tu espíritu y se convierte en tu reflejo. No importa como luzcas o qué intereses tengas, aceptarte tal cual eres y respetar tus cualidades y limitaciones contribuirá a que tus relaciones sean sanas y satisfactorias. Amarte a ti mismo es mágico, te ayuda a ver la belleza que hay en ti y en todo lo que te rodea.

lunes, 10 de noviembre de 2014

¿Qué es la belleza?


La belleza es aún más difícil de explicar que la felicidad. Simone de Beauvoir.

Comencé con una idea bien estructurada de lo que quería para esta entrada, busqué definiciones de belleza que pasaban por la más espiritual a la más comercial; leí a algunos filósofos, científicos, reinas, estilistas y hasta niños —estos últimos con las palabras más acertadas— sin encontrar algo con lo que realmente me sintiera identificada. Algunos hablan de la armonía, de lo que da placer a los ojos, del equilibrio y hasta resulta que hay un modelo que muestra cuales son las dimensiones perfectas (el llamado Hombre de Vitrubio), que resalta la perfección matemática del cuerpo humano.

Tanta investigación me dejó aturdida, confundida y casi con ganas de llorar. Abandoné unos días la escritura, pensé en lo mucho que quiero llegar a cada una de las personas que lee este blog, en la aceptación de quienes llegan aquí por curiosidad o porque son mis amigos y quieren apoyarme. Una vez más me vi intentando agradar a otros, buscando la forma de adaptarme a un molde que, definitivamente, no es el mío.

Todo esto me hizo pensar en lo mucho que quiero transmitirles la idea de aceptarnos como somos, olvidando un poco los parámetros impuestos por otros, por nuestros miedos y por el sistema comercial; llegué a la conclusión que la palabra, según mi criterio, que más se adapta al concepto de belleza que tengo en mi cabecita es: AUTENTICIDAD, esa cualidad que nos permite mostrarnos tal cual somos sin temor al rechazo, al ridículo o desaprobación de quienes nos observan.

El Diccionario de la Real Academia Española (DRAE) —me encantan los diccionarios, sobre todo ese— dice que cuando se usa ese término para una persona se refiere a que es fiel a sus orígenes y convicciones. A mí eso me parece bello, no tengo nada en contra de la gente que se opera o se cambia el color de cabello —yo alguna vez fue rubia—, los cambios de look son muy buenos, la cosa es cuando esos cambios se nos convierten en obsesiones que nos llevan no solo a querer cambiar nuestro cuerpo, también nuestra esencia. Cuando nos atropellamos porque no lucimos como otros, o tal vez no somos tan fuertes o inteligentes y sometemos nuestra integridad física y espiritual sin importar cuán maltratados y heridos salgamos en ese proceso.

Ser auténtico parece ser muy fácil, pero la realidad es que pasamos la vida intentando no ser nosotros, buscando la manera de encajar en espacios que no son nuestros, usando ropas que son incómodas, sometiéndonos a tratamientos y cirugías dolorosos para cambiar nuestro aspecto, usando muchas capas de maquillaje para esconder nuestros verdaderos rostros y hasta fingiendo emociones que no sentimos. Todo eso con la única intención de ser parte de un grupo, de no ser el raro de la partida, pero sobre todo evitar que vean eso que según nosotros es feo y hay que esconder a toda costa.

Belleza, es solo una palabra, que como muchas otras adquiere el sentido que nosotros le demos. Podría escribir un libro entero intentando dar una definición medianamente aceptable, aún así tendría detractores, algunos críticos seguramente dirían que mi punto de vista carece de una base científica que lo apoye, otros se inclinarían a decir que soy poco realista y quizá algún arriesgado diga que la inspiración divina iluminó mi mente.

No importa cuál sea tu caso, seguramente tú también tienes una palabra que hace eco en tú cabeza cuando hablan de belleza, me gustaría saber cuál es, eso seguramente enriquecerá mi espíritu y el tuyo.

jueves, 2 de octubre de 2014

¿Quién te dijo que eres feo/a?


“No existen mujeres feas, sino ojos exigentes”. Anónimo


De niña tenía una Barbie con la que me encantaba jugar y, obviamente, al crecer, quería ser como ella: cabello rubio en perfecto orden, alta, delgada y con pechos de infarto. Me convertí en mujer y mi sueño de “belleza Barbie” se desvaneció: soy bajita, cabello castaño y pechos casi invisibles (exageración), nada más lejos del ideal de belleza que tenía en mi joven cabecita.

Ser como Barbie se convirtió en algo inalcanzable y con el tiempo comprendí, que ni yo ni ninguna otra chica, iba a tener un cuerpo como el de la muñeca; entonces comencé a fijarme en personas reales —objetivos alcanzables por ser tan humanas como yo—, mujeres de carne y hueso: cantantes, actrices y modelos, que se convirtieron en patrones a seguir para lograr verme atractiva a los ojos de todos, sí, de los chicos, principalmente.

La constante observación de personalidades del mundo del espectáculo creó en mí una idea de la belleza un poquito distorsionada —tal vez fue un poquito bastante—, en el que los atributos que yo podía tener quedaban reducidos a nada. Modelos altas, de piernas largas, cabelleras impresionantes, ojos azules y bultos de carne en el lugar exacto para causar admiración, de parte del sexo masculino y envidia, por parte de las féminas. Fue así como llegué a creer firmemente que una chica con mis características es fea y por lo tanto, invisible para el resto de la humanidad.

Esa percepción errada de la belleza no sólo me hizo creer que era fea, también terminó por aislarme y convertirme en una de esas chicas a las que, hablar delante de alguien del sexo opuesto, les resulta incómodo y hasta vergonzoso —así como Raj de Big Bang Theory— y ni hablar de estar en un grupo donde más de dos integrantes eran chicos, era como morir lentamente, no sabía qué decir y mucho menos qué hacer, así que siempre terminaba teniendo una conversación sin sentido, que aparte de confirmarme lo desagradable que era a la vista de todos, terminaba haciéndome sentir como una idiota.

Nunca nadie me dijo “tú eres fea”, por lo que comencé a tener un poco de osadía y pensé que, tal vez, no era tan grave como yo creía; entonces, una amiga —de esas que estaba tan insegura de sí misma como yo— me dijo: nadie te lo dirá de frente porque nadie le dice fea a una fea de verdad, eso sólo se lo dicen a las bonitas.  Esa fue la confirmación que estaba esperando para aceptar que no había remedio, sencillamente era fea y tenía que asumirlo, aprender a vivir con eso y conformarme con cultivar la inteligencia, para equilibrar la gracia que no poseía mi cuerpo con una conversación medianamente interesante que, además, fuera graciosa para no aburrir a nadie; una tarea tan agotadora como querer ser igual a un personaje de TV.

La inconformidad estaba presente en mi vida, aceptarme tal cual era no parecía posible y cambiar mi cuerpo menos. Siempre existía la posibilidad de operarme para reforzar mi pecho, aunque es una opción un poco costosa; pero en cuanto a mi estatura no había mucho que hacer, aunque usara tacones, hasta para dormir, mis piernas siempre serían cortas, además no podría usar tacones en la playa. Con respecto a otras características, imaginé miles de maneras para cambiarlas; al final, la cordura se impuso y dejé mi cuerpo tal cual se desarrolló hasta el día de hoy.

Pasado el periodo de ira y decepción, llegó la depresión; sentirme sola y aislada se convirtió en una constante en mi vida, sin importar cuantas personas estuvieran a mi lado, la sensación de no tener a nadie no se iba. Llegué a pensar que la gente me miraba y pensaba: pobre, es muy fea, seguro por eso está sola. Patético, pero cierto, así fue mi vida durante un tiempo.

Gracias a Dios, y a algunas buenas personas que encontré en mi camino, mi vida cambió; comencé a verme de otra manera, a apreciar en mí la belleza interior que dio paso a reconocerme físicamente como una persona hermosa y con los mismos derechos que cualquiera que presuma de un cuerpo perfecto —no creo que realmente exista ese alguien, todos estamos inconformes con algo— bajo los estándares de la sociedad. Les confieso que no fue fácil, algunas creencias se arraigan profundamente en nuestro cerebro y sacarlas de ahí puede ser una ardua tarea pero no imposible.

No hay mujeres feas, sino ojos exigentes”. Esa frase la encontré en una revista, de hace no sé cuánto tiempo, que rescaté de la basura; me impactó desde el primer momento, porque eso es precisamente lo que ocurre cuando una persona, sea hombre o mujer, se siente poco atractiva, nos volvemos exigentes con nosotros mismos y convertimos esos estándares de belleza en un objetivo que puede ser imposible de alcanzar. Cuando nos vemos al espejo y no vemos lo que queremos ver, nos autocriticamos tan fuerte, que llegamos a ser crueles, asumiendo que algo está mal, que no somos normales y por lo tanto, que no encajamos en el molde de la gente bella.


Hoy te animo a que seas menos exigente contigo, te pares frente al espejo, consigas por lo menos una característica de tu cuerpo que te parezca hermosa y luego ¡ven a compartir tu experiencia con nosotros! Cuéntanos tu historia y cómo te sentiste al reconocer que sí tienes atributos que te hacen agradable a la vista de otros.

jueves, 18 de septiembre de 2014

Fea y Feliz

“La suerte de las feas las bonitas la desean” Refrán popular

No sé si alguno de ustedes ha escuchado esa frase, yo la detesto, aunque durante mucho tiempo la repetí como un mantra con el único fin de no vivir con mi cabeza metida en una bolsa. Con el paso del tiempo comprendí que es una frase vacía, de esas que nos decimos para autocompadecernos cuando las cosas no se ven muy bien para nosotros, así que la dejé de lado y casi la había olvidado hasta que decidí abrir este blog.

Mi nombre es Mirvic y soy la autodenominada FEA FELIZ, lectora incansable, filosofa amateur, amante de las redes sociales y con el sueño de convertirme en una gran escritora. No sé si las bonitas —según los cánones de belleza de la sociedad— desean mi suerte, pero como todo ser humano hay cosas de mi vida con las que estoy inconforme, algunas las puedo cambiar, con otras tengo que vivir hasta el día que abandone este mundo.

De niña quería ser Miss Venezuela. Cuando veía el programa imaginaba que llegaría el día en el que mi nombre sería dicho por un animador famoso y a continuación me convertiría en la envidia de miles de jovencitas que tenían el mismo sueño. Por supuesto que nunca me convertí en reina de belleza, mis características físicas no corresponden con lo exigido por el certamen y aunque la decepción me acompañó durante un largo tiempo, la resignación llegó y con ella se abrieron para mí las posibilidades de ver el mundo desde un punto de vista completamente distinto, donde no hay feos ni bellos.

Ese cambio de perspectiva llevó un proceso que quiero compartir contigo, así como quiero que TÚ mujer y hombre común, que tiene sueños y anhelos, que ha triunfado y ha fracasado, venga aquí a compartir con otros un poco de esa sabiduría adquirida a través de sus catarsis.

Desconozco a qué lugar nos llevará lo que aquí se escriba, así como tampoco sé qué cambios obrará en nuestras vidas, pero si de algo estoy segura es que juntos vamos a descubrir esa hermosa persona que vive en nosotros y que el mundo se ha encargado de encerrar. Los nervios ante esta experiencia me embargan, confío en mi, en ustedes y por supuesto en Dios para que esto de ser FEO Y FELIZ se expanda como un virus en el mundo virtual.

Bienvenidos a mi blog.