jueves, 30 de junio de 2016

Si yo escribiera como Cabrujas



lo que más tengo dentro de mí cuando quiero escribir una telenovela es decir con orgullo: ¡Somos gente estupenda!” José Ignacio Cabrujas

Cabrujas era Cabrujas, un personaje lleno de matices que a través de sus escritos me ha dejado claro que hasta el más cuerdo de los hombres está loco. Leyendo Catia según Cabrujas, sentí una enorme identificación con ese personaje, que pasó la etapa más crítica del ser humano entiéndase la adolescencia sintiéndose feo y viviendo una vida que consideraba no era la suya, rodeado de personas con las que solo compartía un espacio físico, porque sus ideales y sus sueños estaban en otros lados. 

La locura que padecía Cabrujas era ilusionista, de esa que hace que veamos un monstro donde se mueve un árbol. Decía de sí mismo que no había un solo complejo que no le hubiese sido otorgado por la vida. Cuando pasó esa etapa crítica de su vida en la que hablar de sus emociones le daba más miedo que lo que sentía, se atrevió a contar su agonía: mi enorme complejo me decía: Se burlan de ti. ¿Por qué yo pensaba que se estaban burlando de mí? Porque yo era torpe, y usaba unos anteojitos, y era muy miope, muy flaco, así, como un palito (Catia, tres voces. 1994).

Ignacio Cabrujas tenía muchas “rarezas” que lo hacían un personaje muy particular. Una mente con muchas tonalidades, como solo alguien que ha visto la vida parado en diferentes ángulos sociales puede ser; con tantos complejos como cabellos en su cabeza. Pero este hombre, lleno de miedos, no se dejó vencer por ellos; desde muy joven decidió lo que haría con su vida y con el terror que le daba socializar con mujeres: “Si las muchachas no me querían, yo tenía que ser escritor para que me quisieran, y de alguna manera funcionó después. Si yo iba a ser escritor, tenía que ser uno grande, famoso. Me la pasaba fabulando con el momento en que yo, ya célebre, regresaba a Catia y las muchachas me veían pasar desde sus ventanas: allá va José Ignacio, flaco, tartamudo, pero mira dónde llegó, ahora es un potentado”. Esa determinación, sin duda, marcó su camino en la vida.

Ese hombre convirtió su sueño en una realidad, con el paso del tiempo llego a ser uno de los escritores más icónicos de una era, un pensamiento crítico y ampliamente ilustrado, que marcó un hito en la historia del teatro y la telenovela venezolana. Él transformó su miedo en una fortaleza, aunque no se hizo escritor solo por conquistar mujeres, seguramente eso le dio un empuje adicional para correr tras su sueño.  Parece que después de todo, se convirtió en un casanova (suposiciones mías); se casó tres veces con mujeres hermosas, tuvo dos hijos guapísimos, hizo de su vida lo que él quiso hacer, no permitió que su entorno y sus miedos condicionaran sus sueños, él se trazó unas metas y trabajó sin descanso para alcanzarlas.

No sé a qué otros monstros se enfrentó Cabrujas, seguramente fueron más de los que se atrevió a admitir, porque hay miedos que no se asumen ni siquiera en pensamientos; cada quien tiene sus propias luchas internas, complejos que le acompañan en todo momento y que parecen difíciles de superar, el secreto está en saber que ellos no tienen el poder, el mango del sartén lo tenemos nosotros y si es necesario vamos a utilizar ese sartén para quitarnos todos los miedos y las inseguridades de encima.

Si yo escribiera como Cabrujas seguramente no tendría miedo cada vez que subo una entrada, pero aquí estoy frente a todas mis inseguridades escribiendo cosas que quizá a algunos no les gusten pero considero necesario decir. Si yo escribiera como Cabrujas no podría contarles muchas cosas, porque ya sería una “potentada” de la escritura y posiblemente me dedicaría a otras cosas; pero aquí estoy, escribiendo como solo yo puedo hacerlo y diciendo lo que quiero decir libremente. 

Puedo decir con total certeza que José Ignacio Cabrujas era estupendo, y que yo a pesar de no escribir como él también lo soy. No podemos ser como otros, pero a nuestro modo todos somos maravillosos.

2 comentarios: